miércoles, marzo 26, 2014

¿QUÉ SIGNIFICA ORDENAR EL TERRITORIO ALREDEDOR DEL AGUA?

Ordenar el territorio alrededor del agua no es un embeleco, es un requisito para la viabilidad de los territorios y para que los seres vivos podamos formar parte, con calidad de vida, de nuestra porción de planeta

El territorio no es solamente un espacio físico sobre el cual se desarrolla la actividad humana, ni mucho menos un área delimitada por unas coordenadas en un mapa.

El territorio es un ser vivo, resultado de la interacción permanente entre dinámicas ecosistémicas y dinámicas humanas, incluidas en estas últimas las instituciones y sus dinámicas.


Como todo ser vivo, el territorio tiene identidad y tiene memoria, ninguna de las cuales es estática. Y como sucede con todos los seres vivientes, desde el nivel de las amibas hasta el planeta entero, uno de sus componentes esenciales es el agua.

“Ordenar el territorio alrededor del agua” quiere decir concebir, planificar y llevar a cabo las actividades humanas respetando su carácter de ser vivo y reconociendo que el agua, que ha venido configurando el territorio desde muchos miles de años antes de que apareciéramos los seres humanos, debe ser tenida en cuenta como un factor –o mejor: como un actor- determinante. 


El agua, en todos sus estados –líquido, sólido y gaseoso- es simultáneamente materia, energía e información, lo cual, aun cuando no la mencione, hace de ella el eje de esa definición que describe la Vida como el intercambio permanente de materia, energía e información entre los individuos y su ambiente.

En el caso de la Tierra como ser vivo, ese intercambio tiene múltiples particularidades, empezando porque el ambiente que rodea al planeta es el espacio exterior. De allí, del Sol, proviene la energía que alimenta a la gran mayoría de los procesos que tienen lugar en la Tierra (salvo algunos –como la tectónica de placas- que se nutren de la energía procedente del núcleo terrestre).

Procesos que hoy son tan determinantes como el cambio climático dependen de las alteraciones de los equilibrios dinámicos entre la energía que la Tierra recibe y la que devuelve al espacio.

Pero no nos alejemos del tema:

Cuando el desarrollo intenta imponerle sus prioridades al territorio (prioridades que no suelen ser colectivas sino las de unos pocos) sin tener en cuenta los procesos evolutivos que lo han configurado, y sin acogerse a las reglas de juego que a lo largo de todo ese proceso han establecido los actores determinantes como el agua, se siembran las semillas de nuevas dinámicas que tarde o temprano germinarán como desastres.

Cuando el desarrollo, en cambio, reconoce esas reglas de juego y las respeta, o en otras palabras, cuando le reconoce al territorio su condición de ser vivo que también tiene sus propias prioridades, se reducen las probabilidades de que genere desastres. No solamente de aquellos que directamente matan personas y destruyen casas, sino de aquellos que generan desgracias silenciosas pero igualmente destructoras de la integridad y diversidad de los ecosistemas y de la calidad de vida y de la dignidad humana.

“Ordenar el territorio alrededor del agua” es una de las posturas filosóficas y políticas y de las estrategias prácticas que permiten armonizar las prioridades del desarrollo con las de los distintos componentes naturales y sociales del territorio.

Es reconocer que la mayor o menor disponibilidad de agua, no solamente para el consumo y para la producción humanas, sino para todas las necesidades del territorio, incluidas las de los ecosistemas, establece los límites cualitativos y cuantitativos del desarrollo.

Más allá de cualquier debate teórico que ello genere, respetar los derechos del agua quiere decir en la práctica respetar los derechos de los seres humanos -y en general de todos los seres vivos- a acceder al agua en la cantidad y la calidad necesarias para que sea posible la vida. Es permitir que el agua y sus dinámicas sean tenidas en cuenta por las buenas cuando se toman decisiones, para no exponer a las comunidades a los desastres que surgen cuando el agua tiene que hacerse oír y respetar por las malas. Es prevenir y transformar pacíficamente los conflictos que surgen cuando distintos grupos humanos se enfrentan por el agua, en especial cuando su disponibilidad en el territorio es limitada.

“Ordenar el territorio alrededor del agua” es, en resumen, ser consecuentes con la convicción de que el agua es el ingrediente esencial de la Vida y de que solamente en armonía con el agua es posible que el desarrollo sea una herramienta de Vida y no una amenaza.


 Gustavo Wilches-Chaux
Febrero 21, 2014