miércoles, mayo 15, 2013

NUESTRO ORDEN GENERADOR DE ENTROPÍA

Capítulo 2 del texto "La gestión del riesgo: una aproximación alternativa" - G. Wilches-Chaux (Bogotá, Enero 2010)

¿Qué somos? ¿Quiénes somos?

Hoy, por razones filosóficas y además eminentemente prácticas, tenemos el reto de encontrar esas respuestas a la luz de nuestra existencia en territorios concretos, que van desde los territorios locales a los cuales pertenecemos, hasta ese gran territorio concreto que es la Tierra.
Foto NASA
Lo cual nos obliga a explicitar otra pregunta: ¿Qué significa hoy existir en esos territorios concretos?

Y en términos de gestión del riesgo: ¿Cómo formar parte del sistema inmunológico del territorio y de la Tierra como factores constructores de resiliencia, en lugar de constituir amenazas que activan y que deben ser eliminadas por ese mismo sistema inmunológico?

Vamos a juntar algunas reflexiones que nos permitan avanzar en el camino hacia esas elusivas respuestas.

Personalmente invertí mucho tiempo en tratar de entender por mí mismo lo que otros ya habían entendido muy bien desde hacía muchos años: que la entropía es la medida de la desorganización de un sistema.

Entendí, por ejemplo, que cuando alguien barre su casa por las mañanas, está estableciendo un desequilibrio dinámico que determina que todo el “mugre” quede afuera y que todo “lo limpio” quede adentro. A lo largo del día y de la noche anterior, la entropía se ha ido apoderando de la casa, en forma de polvo que se posa sobre pisos y muebles. La escoba es una herramienta que sirve para expulsar la entropía de la casa y para imponer en ella nuestro orden, que se refleja en nuestro concepto de limpieza.
En una escala menos doméstica nos encontramos nada menos que el Sol, otro “instrumento” que permite romper ese equilibrio, que en el campo de la termodinámica equivale a un sinónimo de muerte.

Cuando el Sol evapora el agua que se encuentra en los niveles topográficos bajos y la devuelve en forma de lluvia a los niveles más altos, establece un desequilibrio equivalente al que existe entre el polo positivo y el polo negativo de una pila “cargada”, el cual le permite, tanto al agua como a la pila, generar electricidad.

Desde ese mismo punto de vista, en cambio, un lago equivale a una pila “descargada”, en el cual el agua es incapaz de generar energía, sencillamente porque no tiene desde dónde ni hacia dónde “caer” y en consecuencia no podría infundirle movimiento a una turbina convencional. Dicen los electricistas que no existe diferencia de potencial o voltaje.
Con esos mismos conceptos podemos aproximarnos a una definición de la Vida como un proceso permanente de eliminación de entropía desde el organismo individual hacia el medio con el cual mantiene un intercambio permanente de materiales, de energía y de información. El organismo extrae energía del medio, con la cual, precisamente, expulsa entropía y construye su orden interior. Mientras el organismo logre mantener el desequilibrio dinámico con el entorno, se mantendrá vivo. Habrá muerto cuando desaparezca esa diferencia de potencial.

Creo que hasta allí conservan plena validez esos conceptos.

Lo que no tengo claro es en qué momento ese concepto humano de entropía –que se define por contraste con los conceptos humanos de orden y de organización comienza a chocar con los conceptos de entropía, de orden y de organización que, en una escala jerárquica mucho mayor, “tiene” y “aplica” la Naturaleza, la Tierra.

En otras palabras, a partir de qué momento lo que para nosotros significa “construir orden” en los sistemas controlados por los seres humanos, se convierte en generación directa o indirecta de entropía en el sistema mayor “Naturaleza”.

Cuando construimos una presa, detenemos el libre flujo de un río, formamos un lago y hacemos que aparezca una caída de agua que antes no existía, estamos construyendo y “cargando” en el territorio una “pila” artificial, capaz de generar energía debido al alto desequilibrio que existe entre el agua en niveles altos y la cota a donde cae.

Esa construcción de “orden humano” en un determinado territorio, sin embargo, está generando entropía en el mismo territorio o en algún otro lugar de este planeta en el cual todos los flujos de materia, de energía y de información se encuentran interconectados.

                                    
Toda la entropía que generamos los seres humanos se va acumulando en la Tierra (que tiene una mínima capacidad para “exportarla” hacia el espacio exterior). Como la Tierra es un organismo vivo, por definición posee su propia capacidad de resiliencia, sus propios mecanismos de homeostasis autorregulación, que se encargan de establecer su orden interno. Este no es un orden estático, sino un orden cambiante, que depende de las condiciones dentro de las cuales la Tierra tiene que ejercer su capacidad evolutiva-adaptativa. Libros como “El mundo sin nosotros” de Allan Weisman, nos demuestran que realmente los seres humanos nos hemos convertido en factores generadores de entropía, y que la hipotética “reconquista” del planeta por los procesos de la Vida luego de una imaginaria desaparición de nuestra especie, no constituiría realmente un triunfo de la entropía (expresada en la imagen del “mugre” y de las plantas apoderándose de los edificios “impecables” de las antes “ordenadas” ciudades), sino un triunfo del orden de la Tierra sobre la desorganización humana.

También le he dedicado mucho tiempo a tratar de entender cómo se producen y qué producen los intercambios de energía-entropía cuando, por ejemplo, un terremoto o un huracán generan destrucción en una ciudad o en un pueblo.
Iván "el terrible" - 2004
En principio uno podría pensar que la energía acumulada (ordenada) en una falla geológica en tensión, se libera (se desordena) invadiendo con una descarga de entropía la región afectada. Lo mismo podría decirse de la energía acumulada en un sistema hidrometeorológico altamente organizado, como es una tormenta tropical, que al liberarse en forma de viento y de lluvia, invade con entropía los territorios que cruza.

Esa entropía invasora se traduce en destrucción de infraestructura, de orden social y de vidas humanas y de otros animales. Desde ese punto de vista los procesos de “reconstrucción” se pueden entender como la expulsión de la entropía con miras al restablecimiento del orden perdido (o en el mejor de los casos, a la construcción de un nuevo orden humano).
Efectos de terremoto en China (Foto: Internet)
¿Pero qué pasa si no interpretamos que la energía acumulada en las fallas geológicas o en los organismos tropicales, de pronto (por alguna razón que no es clara) se convierte en entropía generadora de desorden, sino que es energía que la Naturaleza aplica a la construcción de un nuevo orden en respuesta a la entropía introducida en ese territorio por las actividades humanas? (De la misma manera que no se nos ocurre definir como ‘entropía’ a la luz que sale de una linterna de baterías)

Ejemplos de esa introducción de entropía humana serían la ocupación con fines de vivienda de laderas inestables o de las orillas de ríos y quebradas, o las alteraciones a las líneas costeras y a los cursos de los ríos, la desecación de humedales y la destrucción de manglares.

El caso extremo del cambio climático como reacción de los sistemas concatenados de la Tierra (en especial de los inseparables biosfera-atmósfera-hidrósfera-criósfera) ante la entropía generada por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, nos aporta mucha más claridad para la reinterpretación de los desastres y nos obliga a redefinir la gestión del riesgo y la adaptación al cambio climático desde nuevos parámetros.
Allan Weisman transcribe en su libro ya citado, al ecólogo Jeremy Jackson cuando le manifiesta la convicción de que “si el planeta pudo recuperarse del Pérmico, podrá recuperarse del hombre.”