domingo, octubre 28, 2007

INCENDIOS, INUNDACIONES, INMIGRANTES

El humo de los incendios forestales en California llega a nuestras propias casas a través de la televisión. Así como en el mes de Agosto, llegó el de los 3000 incendios que azotaron a Grecia.

Extensas regiones del mundo arden de manera incontenible. Los incendios provocan pérdidas económicas millonarias, alteran ecosistemas, reducen la habitabilidad de las zonas afectadas y cobran vidas humanas. A finales de Septiembre ardieron algunos sectores de los cerros orientales de Bogotá. Afortunadamente no con la intensidad de los otros incendios mencionados, pero con fuerza suficiente como para recordarnos que esa es una de las más graves amenazas que pesan de manera permanente sobre esta ciudad.

HELICÓPTERO CARGANDO AGUA EN CERCANÍAS DE MELGAR. LA EXPERIENCIA DE CALIFORNIA ESTÁ DEMOSTRANDO QUE, CUANDO EXISTEN CONDICIONES PARA QUE SE PRODUZCAN INCENDIOS FORESTALES, NO BASTA LA TECNOLOGÍA PARA APAGARLOS. HAY QUE ESPERAR A QUE LA NATURALEZA MISMA VENGA A AYUDAR Foto: G.W-Ch

Mientras tanto, la ola invernal y los consecuentes desbordamientos de los ríos, afectan a los habitantes de múltiples poblaciones de la costa caribe colombiana. Los efectos de la primera temporada de lluvias del año, se juntan con los de la segunda sin solución de continuidad. “Hace ya seis meses que no pisamos tierra”, afirma una campesina de la región de La Mojana, cuyo pueblo se encuentra totalmente anegado. Se inundan calles y plazas en grandes ciudades, como Santa Marta, Barranquilla y Cartagena (sin contar los efectos habituales del invierno en otras regiones del país).

¿Tiene todo esto que ver con el cambio climático? Sí y no. O mejor: no y sí.

No, porque desde tiempos prehistóricos, desde mucho antes de que existiera el cambio climático tal y como se define hoy, el fuego forma parte de la dinámica natural de los ecosistemas mediterraneos. Hasta el punto de que se habla del “club de fuego” para referirse a España. Francia, Italia, Grecia y Portugal.

Y sí, porque posiblemente se le puede atribuir al cambio climático el ingreso de nuevos socios a ese ardiente Club Mediterrane. El alcance de los incendios forestales se está extendiendo a paises como Croacia, Turquía, Bosnia, Bulgaria y Rumania.

Y así mismo, desde siempre los incendios han estado presentes en Baja California por las condiciones climáticas y por las características de la vegetación. Hace apenas cuatro años, en el 2003, otra ola de incendios forestales afectó a esa misma zona, paradójicamente con más muertos aunque con menos intensidad. Lo que no es “natural” en ese ecosistema, que de alguna manera pertenece al fuego, es la presencia tan extensa de nuestra especie urbana, incluyendo a los dueños de esas lujosísimas casas que también han caido víctimas del incendio forestal.

Incendios en Baja California (Foto satelital de la NASA)

Las inundaciones también forman parte de la dinámica natural del Magdalena Medio y de la Llanura del Caribe, incluyendo la Depresión Momponsina y la región de La Mojana. El desarrollo de culturas como la Zenú, se debió, precisamente, a su capacidad para convertir esas inundaciones en una bendición. Hoy, en cambio, constituyen un desastre; una maldición.

Como es bien sabido, los “arroyos” o torrentes implacables que recorren las vías de Barranquilla en la temporada invernal, están estrechamente ligados a la urbanización del territorio. El pavimento le quita al suelo su capacidad de “chupar” las aguas excedentes. De lo anterior se deriva el siguiente Principio de hidrología urbana: Cuando el suelo no se puede tomar el agua, el agua se toma las calles.

Existen estudios que demuestran que, como consecuencia del cambio climático, efectivamente se viene produciendo un incremento gradual del nivel del mar Caribe, al cual se pueden atribuir –al menos parcialmente- las inundaciones que están afectando a sectores de Cartagena que aparentemente no se anegaban antes. Son pocos centímetros, pero el hecho de que el nivel máximo de la “marea alta” esté subiendo por encima del nivel de las alcantarillas, determina que éstas, sencillamente, no puedan “desembocar” en el mar.

Cartagena en el sector del Laguito Foto: G.W-Ch

CUANDO YA NO QUEDA MÁS TIERRA PARA URBANIZAR, COMENZAMOS A QUITARLE ESPACIO AL MAR

Sin embargo lo más evidente no es que el mar se esté metiendo o se vaya a meter aún más a Cartagena, sino que en las últimas cuatro décadas la ciudad ha venido invadiendo de manera cada vez más agresiva los espacios del mar. Recordemos que cuando el huracán Joan pasó por Cartagena en 1988, reabrió bocas, recuperó humedales y recobró espacios que la urbanización le había quitado a la bahía.

Uno de los efectos más probables del cambio climático, es que las manifestaciones “normales” de la dinámica de la naturaleza, se van a volver más intensas y más frecuentes, como sucedió, por ejemplo, con la temporada de huracanes 2005 en el Caribe. Los huracanes forman parte de la dinámica normal de esa región del planeta, pero la temporada 2005 rompió todos los records. Los incendios forestales son normales en los ecosistemas mediterraneos y en Baja California, pero en ambos lugares se pueden volver más extensos y más difíciles de controlar. Otro efecto posible del cambio climático es que la ruta de los huracanes tienda hacia el sur, lo cual los haría visitantes más frecuentes de las costas colombianas.

Cartagena en Google Earth

Las inundaciones en la Llanura Caribe colombiana también se pueden volver más intensas y frecuentes y, lo que es peor, cada vez habrá más gente habitando esa zona, con una menor capacidad de adaptación (a menos que se pueda “avanzar hacia el pasado”, hasta recuperar las estrategias zenues para convivir con ese territorio del cual forma parte esencial la inundación).

Dos reflexiones para terminar:

Una: aunque, como suele suceder, tanto en California como en Cartagena los pobres han cargado con una gran parte de los daños causados por los desastres, los más ricos también han sido –y en el futuro serán- muy afectados. La construcción de lujosas mansiones en California, en territorios del fuego; y de desafiantes edificios en Cartagena, en los terrenos del mar, ha sido posible gracias a la presencia de grandes capitales. En ambos casos la riqueza está construyendo vulnerabilidad.

Y dos: una consecuencia inevitable –y en mi concepto una de las más dramáticas y difíciles de manejar- será el incremento de las migraciones humanas, desde unos territorios que dejen de ser habitables hacia otros que estén en posibilidad de ofrecer una mayor seguridad. Hoy ya existen en el mundo varios millones de desplazados ambientales. En el futuro se van a multiplicar, y muy seguramente se crearán contracorrientes migratorias, en la media en que paises que hoy son exportadores de gente (como Colombia y Ecuador) puedan tener una mejor capacidad de adaptación al cambio climático que otras regiones del mundo, que hoy son más “desarrolladas”, pero cuya geografía y ecológía ya no dan para más.

Y con esas corrientes y contracorrientes migratorias, se incrementarán los conflictos étnicos y culturales entre los anfitriones y los inmigrantes forzados. La brutal agresión de que fue víctima una muchacha ecuatoriana en Barcelona, que se mezcló en las noticias con los incendios de California y con las inundaciones en Colombia, no constituye un tema totalmente diferente de estos otros dos.

Tenemos que re-aprender a convivir con lo normal, con las dinámicas que antes no generaban desastres y hoy sí. Ese en un paso indispensable para adaptarnos al cambio climático. Y también tenemos que desarrollar estrategias para manejar y resolver acertadamente el drama de los desplazados que, cada vez, en el mundo, será más complejo e involucrará a más seres humanos. Lo que hoy es una de las peores desgracias que afectan al país, se puede convertir en fuente de aprendizajes para el planeta que vendrá.