martes, septiembre 26, 2006

CLIMA Y TIEMPO

La Tierra es un planeta vivo, en permanente movimiento y transformación. Esa vitalidad se manifiesta, entre otras expresiones, en el CLIMA y el TIEMPO.
El CLIMA y el TIEMPO están entre los factores que determinan el paisaje de una región, así como la cultura de quienes la habitamos: lo que comemos, la manera como nos vestimos, las características de las casas que habitamos... Una suele ser la personalidad de la gente de clima frío y otra distinta la de la gente de clima caliente. O la de las selvas y zonas costeras, y la de las cordilleras o sierras.

El CLIMA es para una región, lo que la personalidad para un ser humano: su temperamento, su manera de ser. El TIEMPO, en cambio, es como el estado de ánimo de esa persona en un momento particular. Una persona de temperamento alegre y tranquilo (clima), puede tener momentos de tristeza o de furia (tiempo). O al revés.

La Variabilidad Climática

El CLIMA y el TIEMPO están en permanente transformación, característica que recibe el nombre de “variabilidad climática”. Pero mientras el primero cambia en periodos muy largos, el segundo lo hace en periodos relativamente cortos.

El clima es como la dirección "final" hacia la cual avanzan las aguas del río, es decir, a desembocar en el mar. En esta etapa de la Tierra, el "mar" es el calentamiento global. El tiempo son los meandros (periodos cortos de mayor frío o mayor calor) que sigue el río en ese avance hacia el mar.

Las estaciones, características de las regiones “templadas” (primavera, verano, otoño e invierno), también son expresiones de la “variabilidad climática” que, de manera más o menos puntual, se turnan cada tres meses.

En los paises “tropicales” que nos encontramos en la franja intertropical (entre el Trópico de Cáncer, al norte de la línea ecuatorial, y el de Capricornio, al sur de esa misma línea), solamente existen dos estaciones o temporadas: una caracterizada por la abundancia de lluvias y otra por la ausencia de éstas. Aunque en la práctica, en algunos momentos de la temporada “seca” aparecen pequeños periodos de lluvias. Y viceversa: en la de lluvias aparecen pequeños “veranos” o periodos secos.

A ese corto “verano” que, más o menos por Navidad, suele aparecer con cierta regularidad en medio de la temporada de lluvias de algunos paises suramericanos, lo llaman los pescadores y campesinos “el veranito del niño”.

En algunos lugares se dice, metafóricamente pero con buena razón, que a veces, en un mismo día se hacen presentes todas las estaciones: el día amanece soleado, se nubla hacia el medio día, y se desata una fuerte tormenta en horas de la tarde, para que durante las noches se vuelva a despejar el cielo.

ENOS: El Niño Oscilación Sur

A otra de las manifestaciones de la “variabilidad climática” se le da el nombre de ENOS (El Niño Oscilación Sur, o ENSO, en inglés). ENOS comprende periodos de calentamiento de las aguas del Océano Pacífico hacia el centro del mismo y frente a las costas suramericanas (periodos cálidos o El Niño), periodos de enfriamiento de esas mismas aguas (llamados La Niña) y periodos neutros, en los cuales no se registran alteraciones -o "anomalías", dicen los científicos- en la temperatura habitual. A los ascensos de temperatura o calentamientos las llaman "anomalías positivas" y a los descensos o enfriamientos, "anomalías negativas".

Para entender en qué consiste El Niño, comencemos por saber cómo se relacionan los vientos y las corrientes oceánicas en el Océano Pacífico, en condiciones normales:

Los vientos alisios suelen soplar de manera más o menos fuerte en dirección oriente-occidente, es decir, desde los Andes hacia el mar, como atraidos por una zona de baja presión situada en la costa oriental de Indonesia, en las orillas opuestas del Pacífico.

Cuando chupamos por un extremo de un pitillo o pajilla, extraemos el aire del pequeño tubito, con lo cual creamos dentro del mismo una zona de baja presión. Si en el extremo opuesto hay un líquido, la presión atmosférica (o el peso del aire) exterior lo empuja y lo obliga a penetrar al pitillo, es decir, a la zona de baja presión.

La abundancia de peces y mariscos en las costas del Ecuador, Perú y Chile, depende de las aguas frías que traen consigo las corrientes de Cromwell y Humboldt.

Los vientos, entonces, soplan o empujan hacia el occidente las aguas cálidas de la superficie del mar, como resultado lo cual se forma una contra-corriente de aguas frías submarinas, cargadas de oxígeno y de nutrientes, y por tanto de peces, mariscos y otras formas de vida marina, que aflora frente a la costa pacífica suramericana, en particular frente a Chile, Perú y Ecuador. Esta contgra-corriente, llamada Corriente de Cromwell, interactúa con la Corriente de Humboldt o Corriente Costera del Perú.

Por alguna razón que todavía los estudiosos del clima no pueden explicar completamente (posiblemente cuando varias "oscilaciones oceánicas" se combinan o entran en resonancia), cada cierto tiempo, en intervalos que no son precisos, esa zona de baja presión (el pitillo que chupa) situada frente a las costas de Indonesia, se traslada hacia el centro del Pacífico. Esto hace, entonces, que los vientos alisios ya no soplen con la misma intensidad y que surjan nuevos vientos, en dirección opuesta a los primeros, es decir, de occidente a oriente. Los vientos alisios no empujan las aguas cálidas del Pacífico hacia las costas de Indonesia y, en consecuencia, se produce ese incremento de la temperatura de las aguas oceánicas que constituye la característica principal del fenómeno de El Niño. Como consecuencia, también se reducen o se alejan de las costas suramericanas las corrientes de agua fría que trae abundante cantidad de peces y de otras riquezas del mar, lo cual constituye uno de los efectos más graves para los pescadores y otros habitantes de las zonas costeras.

Los estudiosos de ENOS (como el neozelandés Kevin E. Trenberth, del National Center for Atmospheric Research de Boulder, Colorado) indican que este fenómeno se produce cuando durante seis o más meses consecutivos se produce un calentamiento de las aguas oceánicas (entre las latitudes 4º norte y 4º sur y las longitudes 150º oeste – 90º este) de por lo menos medio grado Celsius por encima de la temperatura media del agua. Y que hay fenómeno de La Niña cuando la temperatura media desciende por lo menos en esa misma cantidad. Durante El Niño 1997-1998 –uno de los más fuertres- se registraron incrementos de temperatura entre 2 y 5 grados Celsius por encima del valor normal.

Se dice que ENOS, con sus expresiones El Niño (fase cálida) y la Niña (fase fría), es un fenómeno cuasi-periódico, debido a que no aparece con intervalos totalmente regulares. Sin embargo, algunos investigadores, aproximando cifras recogidas durante los últimos 50 años, afirman que el periodo de retorno del fenómeno ENOS de cualquier intensidad suele oscilar entre tres (3) y cinco (5) años, mientras que el periodo de retorno de ENOS intensos anda por los 15 a 20 años.

Existen indicios de que el calentamiento global del planeta, sobre el cual influye la actividad human a través del aumento de gases invernadero, altera todavía más la frecuencia y la intensidad de las manifestaciones de ENOS.

Cúales son esas manifestaciones

El Niño y La Niña no se expresan de la misma manera en los distintos lugares del planeta. Y es que hay que advertir que si bien el fenómeno se origina en el océano Pacífico central y frente a las costas suramericanas, ese pequeño incremento o descenso de la temperatura de las aguas del mar basta para alterar totalmente el clima y el tiempo de la Tierra durante los meses en que tiene lugar.

Así por ejemplo, en algunas regiones de Colombia El Niño se caracteriza por ausencia de lluvias, que provocan fuertes sequías, incendios forestales y heladas en las zonas altas, así como un fuerte descenso del nivel de los embalses o presas para generación hidroeléctrica, que obligó a realizar fuertes racionamientos de energía en 1992-1993.

Y el mismo fenómeno se expresa en la costa del Ecuador y en la costa norte del Perú, donde normalmente no llueve, con fuertes precipitaciones o lluvias, durante periodos muy prolongados. Ese incremento de las lluvias, a su vez, produce inundaciones, deslizamientos, aluviones, crecientes de ríos, destrucción de puentes, carreteras y otras obras de infraestructura, pérdida de las cosechas y destrucción de viviendas. Y por supuesto, una grave afectación sobre los seres humanos, sus animales, su economía, su calidad de vida y sus oportunidades.

UN NEGOCIO LÍQUIDO


Los "camareros" (cámara = neumático) aparecen como respuesta social ante la destrucción de los ríos que atravesaban el Río Piura en Tambo Grande (Perú), como consecuencia de las crecientes del río durante el fenómeno de El Niño. Este es un ejemplo perfecto de la capacidad de resiliencia o de recuperación de las comunidades que han sido afectadas por un grave desastre. Hoy los "camareros" se oponen a la reconstrucción de los puentes, pues perderían su fuente de ingresos... y su liquidez.

El Niño de 1982-83 significó para el Perú pérdidas estimadas en dos mil millones de dólares, como resultado de intensas lluvias en la costa norte y la sequía que afectó el altiplano del sur. (…) Los daños ocasionados por El Niño fueron tremendos: en el ámbito agropecuario el 85 % de la producción agrícola de Tumbes se perdió, más o menos hablamos en total de alrededor de 9 mil hectáreas perdidas. En general los mas afectados fueron los pequeños agricultores, quienes no sólo perdieron sus sembradíos, sino también sus viviendas y sus animales domésticos.


Eduardo Franco y otros, Proyecto "Gestión de Riesgos de Desastre ENOS en América Latina

(LA RED - IAI, Lima, Diciembre 2001)


"Particularidades" de las manifestaciones de El Niño:

Algunas veces las amenazas asociadas con ENOS son en general de los mismos tipos de las que forman parte de la variabilidad climática en años sin presencia de ENOS, tales como sequía, inundación, deslizamiento, plagas, oleajes fuertes y otras. En otras palabras, esto quiere decir que con o sin ENOS, esos eventos se presentan. (En este caso la "particularidad" es que no son particulares)

Para otros países y regiones, en cambio, ENOS significa la
llegada de amenazas que sólo o muy predominantemente, ocurren asociadas a ciertas fases de ese fenómeno, como por ejemplo lluvias extensas e intensas en zonas áridas del Perú, como Piura, o nevadas en zonas bajas de ese mismo país. Son excepcionales, puesto que no coinciden con las expresiones más conocidas y normales de la regularidad climática de las zonas afectadas.

En otras zonas o regiones, como el nordeste de Brasil, las amenazas pueden ser versiones o expresiones más agudas de fenómenos, como la sequía y la aridez, que simplemente forman parte del clima normal.Finalmente, hay regiones en las cuales las amenazas asociadas con ENOS son iguales a las que aparecen a veces con mayor intensidad, anualmente o en periodos quinquenales, en años sin presencia de ENOS.

Tal el caso de Centroamérica, que -con o sin ENOS- resulta afectada por huracanes, tormentas tropicales, sequías, deslizamientos, oleajes o plagas. O el de la Argentina, afectada por inundaciones y sequías, tanto en años El Niño, como en otras fases del ciclo (años La Niña y años neutros).


Por qué El Niño y La Niña producen desastres

Ningún fenómeno natural, por sí solo, genera desastres. Estos solamente ocurren cuando los seres humanos y las comunidades que conformamos, hemos perdido la capacidad de convivir “pacíficamente” con esos fenómenos.

Esto explica por qué en algunos lugares y en algunos años, fenómenos El Niño de menor intensidad que otros, han producido más daños que fenómenos más fuertes registrados en años anteriores.

Como quien dice: ¿Por qué mi casa aguantó un terremoto fuerte hace diez años y en cambio no fue capaz de resistir un terremoto más débil el mes anterior? Seguramente porque no le hice el mantenimiento necesario o porque le hice reformas que la fueron debilitando hasta el punto de que fue incapaz de resistir ese nuevo temblor.

Estudios realizados durante varios años por un equipo de investigadores e investigadoras del proyecto “Gestión de Riesgos de Desastre ENOS en América Latina” (adelantado por la Red de Estudios Sociales sobre Desastres con el apoyo de Inter American Institute for Climate Change Research) , demostraron que el incremento de daños producidos por El Niño y La Niña en nuestro continente, desde la Florida en Estados Unidos hasta la Argentina, no se puede explicar solamente por las características propias del fenómeno (la amenaza), sino especialmente porque las comunidades humanas hemos incrementado nuestra vulnerabilidad y la de los ecosistemas y territorios de los cuales formamos parte.

La temporada de huracanes 2005 rompió todos los records existentes en términos de cantidad e intensidad de los huracanes. Wilma, en octubre de ese año, es el huracán más fuerte registrado en la historia humana, desde el punto de vista de su capacidad de "succión". En algún momento de la vida de Wilma, la presión atmosférica descendió al equivalente a la que normalmente existe a 1.320 metros de altura sobre el nivel del mar.

En la Florida, por ejemplo, se han urbanizado humedales, se han destruido manglares y se han ocupado lugares que nunca debieron haber sido habitados, debido a lo cual no solamente El Niño y La Niña producen cada vez más desastres, sino también los huracanes, las tormentas eléctricas, las sequías y los tornados. Durante el paso de Katrina por los estados norteamericanos situados sobre el Golfo de México, también resultaron evidentes las relaciones entre pobreza y marginalidad.

Y así mismo, en Centro América y en los países andinos, incluida la Argentina, el Niño y La Niña, al igual que otros fenómenos propios de la dinámica de la naturaleza, producen cada vez más desastres, porque los seres humanos introducimos cambios en el uso del suelo –como convertir bosques y selvas en áreas de cultivo o en ciudades- que reducen la capacidad del territorio para absorber sin traumatismos los efectos de esos fenómenos.

O porque ocupamos laderas inestables y orillas de ríos, de manera que las primeras pierden su estabilidad cuando llegan las lluvias (deslizamientos) y los ríos y quebradas no pueden expandirse con tranquilidad cuando aumentan sus caudales (inundaciones).

O porque poco a poco hemos venido olvidando estrategias multifuncionales de producción y de cultivo, basadas en aprovechar la biodiversidad de nuestros ecosistemas y culturas, para reemplazarlas por monocultivos y por usos del suelo determinados exclusivamente por los intereses del mercado.

Y por supuesto, por el crecimiento de la población humana, el proceso de urbanización del mundo (que nos está convirtiendo en una especie urbana) que ha hecho que en América Latina pasemos de un 42% de población urbana en 1950 a un 76% en el año 2000, con miras al 85% en el 2030, conjuntamente con el incremento de la brecha de ingresos y de oportunidades entre ricos y pobres. Las múltiples vulnerabilidades de estos últimos, se convierten en vulnerabilidades y amenazas para el resto de la sociedad y para los ecosistemas.

Las soluciones de corto y largo plazo

Por supuesto, no es inevitable que las manifestaciones de El Niño y de La Niña produzcan desastres. En la medida en que los pronósticos de los científicos y técnicos (con todas las imprecisiones que puedan tener, especialmente en cuanto hace referencia a las manifestaciones y efectos locales que cada año puedan tener estos fenómenos), se conviertan en decisiones adecuadas de lo gobiernos y de las comunidades en los niveles nacionales, regionales y locales, en esa medida habrás una mejor preparación para resistir esos efectos y para recuperarse de sus consecuencias de manera más oportuna y adecuada.

Pero lo que pone en evidencia El Niño (al igual que otros procesos de la naturaleza no relacionados con ENOS) es que los seres humanos hemos perdido la capacidad de convivir con nuestros ecosistemas y sus dinámicas. Los desastres son grandes removedores del maquillaje con que solemos tapar o disimular nuestras deficiencias e inequidades.

En el mediano y largo plazo, si los seres humanos (y particularmente los
seres urbanos) queremos seguir habitando este planeta, debemos redefinir la manera como entendemos el desarrollo, tenemos que recuperar la capacidad de dialogar con la naturaleza y sus dinámicas, y sobre todo, debemos encontrar la manera de construir una sociedad más equitativa, más solidaria, más estable, que considere como un valor central el respeto a la vida, en todas sus manifestaciones y formas (la vida humana y la de los ecosistemas con que interactuamos).

De lo contrario, tarde o temprano, la naturaleza nos pasa la cuenta.